lunes, septiembre 25, 2006

La ONU


La vida es curiosa, en el último mes he ido dos veces a la ONU. Hasta entonces sólo la había visto en fotos y recordaba un edificio emblemático en NY. En agosto fui con Ronaldinho, cuando lo hicieron embajador de la Unesco o algo así y había bastante alboroto por los pasillos porque acababa de estallar el problema del Líbano. Pasaron tres semanas y volví con Joan Laporta y otros directivos para la firma del convenio entre UNICEF y el Barça. Esta vez estuve mucho más rato dentro del edificio. Las plantas subterráneas y las tres o cuatro primeras son públicas y accedes después de un exhaustivo control de seguridad. Moverte por dentro no es complicado pero hay policías que lo controlan todo. La parte baja está llena de diferentes salas, de prensa, de reuniones -donde se hacen las sesiones del Unesco; en la cuarta hay un restaurante fabuloso con vistas panorámicas para los vips; en la segunda la cafetería de los trabajadores sobre el río Hudson y no muy lejos la famosa sala de la Asamblea del Consejo General de la ONU, tocando al pasillo de las banderas.
Hasta aquí todo muy bonito, pero para completarlo todo hay que decir que los lugares por donde se circula están llenos de mobiliario más propio de un edificio de la Europa comunista en la época de la guerra fría que de un organismo actual tan importante. Sofás de skai, salas de prensa con mesas como las que había en España en los colegios de los años 60, pasillos con pupitres y ordenadores para los delegados comprados de oferta en grandes superficies a 6 dólares la unidad, el famoso tapiz del Guernika, ya descolorido y deshilachado, sin olvidar los retratos de los anteriores secretarios generales que debe ser la colección de obras más fea que recuerdo. En la tercera planta encontré un despacho para la prensa con media docena de ordenadores antiguos de los cuales sólo funcionaban dos. ...
¿Y la seguridad? Parece que en un lugar donde se deciden tantas cosas importantes la seguridad tiene que ser máxima. Pues no exactamente. Para entrar, los visitantes y acreditados pasan los rigurosos controles dentro de una carpa. Yo lo había hecho así pero cuando ya volvía hacia el hotel en taxi, me di cuenta de que me había dejado el ordenador dentro del edificio. Inmediatamente bajé del taxi y fui corriendo hasta la entrada donde están los controles pero ya estaba cerrada. Detrás pude ver una pequeña puerta abierta que ponía "staff only" y me lancé. Mientras entraba, tenía todas las explicaciones posibles en la cabeza pero nadie me detuvo y atravesé sin problemas todo el hall, cogí el ascensor y llegué hasta cerca del salón de la asamblea general sin que nadie me parara ni me llamara. Todavía estaba mi portátil encima de uno de los sofás, lo recogí, bajé los dos pisos atravesando todo el edificio y salí por la puerta principal diciendo un lacónico "good nigth" a los policías de la entrada. Increíble.

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